A veces me pregunto cómo sería hoy si, de niña, me hubieran escuchado con atención. Si alguien hubiera prestado más cuidado a lo que realmente me gustaba hacer, en lugar de decidir por mí lo que “debía” interesarme. Esta reflexión no viene desde el reproche, sino desde un lugar de comprensión hacia mi pasado y cómo puedo transformarlo en el presente.
Si en mi infancia hubieran validado mis gustos, tal vez hoy tendría una relación más natural con mis actividades. Quizás vería el esfuerzo como un aliado, no como una carga. Quizás habría aprendido que no todo tiene que ser perfecto, sino que basta con hacerlo desde el corazón.
El impacto de no ser escuchados
Cuando de niños nuestras opiniones o intereses no son tomados en cuenta, crecemos creyendo que nuestros deseos no son tan importantes. Esto puede llevarnos a:
- Sentir resistencia hacia ciertas actividades.
- Creer que el esfuerzo siempre es una obligación.
- Perder la conexión con lo que realmente nos mueve.
Por mucho tiempo me pregunté por qué abandonaba cosas que realmente quería hacer: entrenar, estudiar, avanzar en proyectos personales. Y creo que en el fondo, mi mente interpretaba estas metas como una repetición de aquellas obligaciones del pasado. Pero hay algo hermoso en todo esto: si entendemos de dónde viene, podemos cambiarlo.
Reescribiendo la historia
Hoy entiendo que no puedo cambiar mi infancia, pero puedo escucharme ahora como me hubiera gustado que lo hicieran antes. Cada vez que siento resistencia, me pregunto:
- ¿Esto es algo que realmente quiero?
- ¿Cómo puedo hacerlo más mío, más disfrutable?
- ¿Qué me diría esa niña que solo quería que la escucharan?
Mi mantra ahora es simple: «No me obligan, a mí me gusta.» Es un recordatorio de que las decisiones que tomo hoy son mías, no impuestas. Que el esfuerzo que hago, ya sea para correr, estudiar o trabajar, es un regalo que me doy a mí misma.
Para reflexionar
Si alguna vez te has sentido atrapado en excusas, autoboicots o abandono de tus propias metas, tal vez esta pregunta te ayude tanto como me ha ayudado a mí:
¿Estoy escuchándome realmente?
Es un ejercicio poderoso reconectar con nuestros deseos, darles espacio y validarlos. Porque aunque no podamos cambiar lo que no nos dieron de niños, sí podemos empezar a dárnoslo a nosotros mismos ahora.

